*Este articulo tiene un tono diferente a los posts que suelo publicar. Espero que les guste.
¿Te diste cuenta de lo que pasó? Fuiste devorado por tus cuentas de Google, Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest, Snapchat, Tiktok, WhatsApp. Devorado, masticado y escupido devuelta. Bienvenido al nuevo tú.
¿Ya te re-conociste? Es posible que no y te entiendo. Vives en una carrera contra el tiempo y por ahí tampoco se te está dando mucho el piense. Porque en esa carrera tú piense es de quien te paga el sueldo. ¡Si!, esa entrada mensual con la que vas a alcanzar los sueños que encuentras en Google, Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest, Snapchat, Tik Tok y WhatsApp. Eres un consumidor formidable, un bien estupendo para el capitalismo arrollador de nuestros tiempos; lo eres mientras persistes en la búsqueda desenfrenada por sentir placer.
Esta realidad encaja un poco con lo que se conoce en inglés como el Rat Race, la carrera de la rata. Te cuento. En algún momento, desde un laboratorio salió una imagen de una rata corriendo en círculos en una rueda que solo paraba si ella se detenía. A la rata, el estímulo de la rueda le generaba descargas de dopamina —la hormona del placer— y ella por supuesto corría dichosa hasta el agotamiento. Obviamente nunca llegaba a ninguna parte. Pero para qué nos engañamos, de esto se hablaba décadas atrás cuando nos cuestionábamos la elusividad de la promesa de trabajar por nuestros sueños.
Ahora hay otras ratas haciendo cosas aun más locas; debidamente estimuladas, ya no se fatigan en vano, mas bien se contentan con caprichos de corto plazo. Así aparece en la revista Investigación y Ciencia donde se habla de un estudio de la Universidad McGill. En el estudio de los neurocientíficos Peter Milner y James Olds, las ratas accionan una palanca que conecta con un circuito que va hacia el núcleo accumbens, en el sistema límbico del cerebro, y reciben una recompensa de placer cada vez que la accionan; se la pasan delicioso. La descarga de dopamina es tan genial que a estos pobres animales se le olvida hasta tomar agua, comer y reproducirse. Eventualmente se mueren.
Nosotros, al igual que las ratas, pasamos de la rueda a la palanca. La llevamos en la mano y la estamos accionando todo el día: el teléfono móvil. En nuestro caso no hay científicos sino los titanes de Google, Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest, Snapchat, Tik Tok, y WhatsApp. Ellos nos gestionan para cultivar nuestro apetito voraz e insaciable. Nos ponen en bandeja de plata un mundo inagotable de abundancia, un verdadero bacanal. Tú, eres un glotón y disfrutas ese licuado de seducción; te actualizas con artilugios que prometen una productividad fulminante, chapuceas en caudales de goce insustancial y, fervoroso, esculpes tus opiniones con posverdad sediciosa. Estando así el mundo, unos pocos sueñan con ir a la luna mientras el resto estamos enchufados a la panacea y como las ratas: ¡Felices!
Ey, pero un segundo, estoy violentando a mi lector con esta comparación. Esto es de pésimo gusto teniendo en cuenta nuestra moderna fragilidad humana. Uno quisiera hacer de este tema algo amable así que procederé con calma a contarles él porque del drama de nuestro tiempo.
La realidad es que nuestro cerebro no ha evolucionado de una manera significativa desde la edad de piedra. Así lo plantean el escritor Holandés Ronald Giphart y Mark van Vugt, profesor en psicología evolutiva de la VU Universidad de Amsterdam, en el libro Mismatch. Según estos expertos, estamos ante una colisión entre biología y cultura; nuestra mente no ha cambiado desde el periodo paleolítico, y nosotros, con gran audacia, nos adentramos en revoluciones tecnológicas. “Fue sin querer queriendo”, diría el Chavo, ingenuamente, agitado y confundido en medio del estupor.
No sabías que llegarías a este punto de la vida complejo y arrollador —fascinado ante tanto progreso— pero tienes la opción de distanciarte de él. Si el entorno va más rápido que tú no hay duda que la carrera por alcanzarlo la tienes, no solo perdida, sino en detrimento de tu bienestar. ¿Seguirás como borrego deslumbrado con toda esta genialidad que está ocurriendo?
Volvamos al accionar de tu palanca favorita. En nuestro mundo no existe el tiempo —uno lo crea por aquí y por allá— porque todo sucede en un flujo arrollador. Siendo así la cosa, ellos —los que ya te mencioné—, compiten en nuestro celular por nuestra atención. Se pelean por accionar la palanca que detona nuestro sistema de recompensa. Estos estímulos, sugestivos y envolventes, nos abruman al mismo tiempo que nos atraen. Sí, resulta que estar abrumados nos gusta porque haciendo mil cosas a la vez nos vemos híper productivos.
Daniel j Levitan, en su artículo "Why the modern world is bad for your brain”, para The Guardian, explica que el multitasking en el celular crea un ciclo de retroalimentación de adición a la dopamina que premia al cerebro cada vez que pierde el foco y se distrae. Un punto rojo en el celular, un banner que se despliega y el cerebro responde al estímulo. Un like, un mensaje, una noticia novedosa, una alarma, cualquier señal promete una recompensa. Con la agravante, explica Levitan, que el cerebro es un metiche, y siente curiosidad ante la novedad. Todo esto nos es sumamente placentero.
Por eso ahora sufres de FOMO —fear of missing out—en español, miedo a perderte de algo. Eres adicto a la información y a la novedad. Siempre tendrás algo por saber, por conocer o probar; algo más espectacular para ponerte; una experiencia imperdible; un nuevo gurú, o una herramienta asombrosa con promesas de productividad con la que podrás llevarte al límite. O tal necesitas fortalecer lazos con tu tribu y dependes del politico, celebridad o delincuente para te provoque la indignación social, que además te fascina; estar indignado nos solo te da ser y posicionamiento, sino que te da tema para leer más, postear…y sigues.
Este es un criterio elemental para pensar en el bienestar propio. Si crees que eres dueño de tu realidad entonces mejor te enteras cómo funciona este famoso circulo de recompensa y dopamina en tu biología. Porque es ahí donde tu cabeza se queda corta para este mundo. Cuando fuiste devorado por la tecnología, no te diste cuenta en que medida tu comportamiento quedó felizmente subordinado. Vives en un sin querer queriendo respondiendo a todo tipo de promesas. Tu mundo es genial; tu mundo te hace daño.
En el circulo infame de ansia y recompensa te desorientas. En su libro, Dopamine Nation, la siquiatra Anna Lembke hace una reflexión esencial: con el celular se da la posibilidad de nunca estar solo. Según ella, es exhaustivo ignorarte a ti mismo todo el tiempo. La experiencia personal es necesaria porque da acceso a nuevos pensamientos, sentimientos y conexión, con otros y con el mundo.
Esa fastidiosa idea de que ahora eres un humano frágil está asociada a tu baja tolerancia a la frustración; viene con temas de inmediatez y abundancia, pero también con tu pérdida de mecanismos emocionales internos de resiliencia y autoconocimiento. Le entregas tu tiempo —a Ellos— y te abandonas; mas te alejas por vivir respondiendo a estímulos —de ansiedad y recompensa— y mas te automatizas en un sin sentido. Ahora que te conté que fue lo que te pasó, tendrás presente el detrimento que ocurre cuando te relajas en el ineludible bacanal.
Algunas ideas:
¿Podríamos diseñar on manual de etiqueta para el móvil? Necesitamos desesperadamente modales con el móvil; la palanca de dopamina no debería activarse con la frecuencia con la que respiramos.
¿Selfies? Si el manual de etiqueta existiera, tendríamos que tener una sección destacada sobre ellas. Los estudios dicen que en general, a la gente no le gusta mirar a los demás en su comportamiento narcisista. Validarse con “likes” no es propiamente cultivar el amor propio.
Datos sobre tu biología a tener en cuenta:
La constante fragmentación de nuestros procesos de pensamiento y nuestra incapacidad para mantener la atención durante largos periodos afectan a nuestra salud. Según Levitin, los estudios han demostrado cómo el multitasking produce un rendimiento cognitivo inferior al de fumar marihuana. Además, el coste metabólico del multitasking es elevado y conduce rápidamente a la fatiga y la desorientación.
Desear cosas forma parte de nuestra naturaleza, pero comportarnos como consumidores insaciables nos vuelve una plaga. Alentar las notificaciones en una búsqueda infinita de cosas que nunca nos llenarán, es el mayor engaño de nuestro tiempo. Darse de baja de cosas que no necesitamos es bueno para la salud y para el planeta.
Empieza por algún lado:
Desactiva las notificaciones. Todas las bolas rojas, insignias, zumbidos, pitidos y clics, banners y todo lo que represente novedad.
Pon limitaciones de tiempo a nuestras apps favoritas. Mejor aún, apartar el móvil y crear distancia física.
Concentrate más durante periodos largos.
Practicar vivir una vida lenta.
Comprando menos para desear menos.
Elegir el contacto con la naturaleza antes que con la tecnología.
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